Teología

de San Carlino

Proponemos ahora un recorrido por San Carlos de las Cuatro Fuentes guiados por la cruz, para llegar a la comunión con Dios Trinidad.

La cruz trinitaria

El símbolo trinitario más universal es la cruz trinitaria, representada en miles de lugares de todo el mundo y que fácilmente nos asocia al carisma redentor de la Orden de la Santísima Trinidad.

A lo largo de la historia ha tenido múltiples representaciones pero manteniendo siempre la unidad de los dos colores que la hacen característica: rojo y azul, confesando la fe de la Iglesia en la verdadera divinidad y la verdadera humanidad, respectivamente, de Cristo.

La fachada

Comenzamos la visita a la iglesia de San Carlino ante la fachada. Toda ella nos invita a recorrer el camino con María. La corona de 12 estrellas que Borromini coloca en nuestras cabezas al entrar nos identifica con ese portentoso signo en el cielo; es el pueblo peregrino que asciende al encuentro con su Señor.

Con la imaginación, tratemos de volver atrás en el tiempo, antes de que la contaminación destruyera el cuadro del óvalo superior, donde la Santísima Trinidad coronaba a la Virgen María; ella representa el pueblo de Dios que asciende al seno de Dios Padre; nos representa a nosotros.

Los Padres Trinitarios habían propuesto la fachada típica de las iglesias descalzas españolas, que Borromini analiza y reinterpreta. La fachada castellana giraba en torno a la Trinidad, tres puertas que daban acceso a la Iglesia (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y el ojo que todo lo ve la culminaba.

Pero en la fachada de Borromini esas tres puertas nos van a evocar un itinerario: el camino de la cruz de San Juan de Mata.

Si nos fijamos en las dos ventanas externasm vemos una cruz en los cuernos de un ciervo: es la que vieron San Juan de Mata y San Félix– fundadores de la Orden Trinitaria–; es el camino espiritual que se nos ofrece, del que nacen dos palmas de martirio, signo de la ofrenda de la vida del santo, de su testimonio y de su premio, que se verá coronada en el cielo. Esta es la puerta, el camino, el destino.

Siguiendo con el mismo concepto, sobre las puertas se colocan los nichos de los santos: San Carlos Borromeo, el titular de la Iglesia, se nos muestra adorando la Santísima Trinidad en espera del encuentro; los dos fundadores nos ofrecen su obra como camino para alcanzar esa meta.

En la parte superior, los nichos no están ocupados por nadie, son puertas abiertas que nos invitan a entrar en otra dimensión; la ventana central que en las iglesias españolas daba luz, aquí es un balcón que se abre al mundo. Sobre ellos, querubines llevan la cruz, rodeada de palmas de victoria, que jalonan también la cornisa del balcón; son las coronas de victoria de los santos que por aquí quieran entrar.

Finalmente, en la cúspide encontramos la meta, la imagen de la Trinidad, que en las fachadas españolas apenas era un triángulo con un ojo de buey, y que aquí se transforma en una ventana al cielo, donde María, nuestro ejemplo, ya goza de la corona de victoria que su Hijo ha conquistado.
Su ubicación vincula a San Carlino con la antigua Roma, con los Estados Pontificios y con la nación italiana.

La Iglesia

Al trazar el alzado de la planta de la iglesia de San Carlino, Borromini se inspira en una Iglesia cimentada en la cruz y dedicada a la Santísima Trinidad, a la que aspira encontrar.

Según la regla de vida de la Orden Trinitaria, el eje horizontal debía ser muy corto, dando el ancho de la Iglesia, y en base a ese ancho, el resto del templo debía proyectarse proporcionalmente; así, la proporción de una iglesia consagrada a la Trinidad es el triángulo equilátero.

Borromini evocaba las medidas de la Basílica de San Pedro del Vaticano para resaltar el vínculo de ambos templos con la cruz.

Pero también las dimensiones de la iglesia de san Carlino se ponen en relación con la Iglesia con mayúscula la Nueva Jerusalén, lo que le sirve como pauta de la planta y el alzado en las medidas del Apocalipsis. La regla de la Escritura, la regla de la Orden y la regla del magisterio petrino nos llevan por la cruz a la presencia de Dios Trinidad.

La imagen de la Nueva Jerusalén –“Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas” (Ap 21, 13)–, que se repite en la cripta, pliega literalmente el espacio sagrado, al hacernos ver que solo dentro de la Iglesia se nos abren estas puertas.

Los espacios a los que se abren estas tres puertas son también significativos:
- A Oriente, la capilla de la Encarnación, con un reposo en Egipto donde el ángel muestra la cruz a Jesús como inicio de su camino humano y de nuestra redención. De aquí viene además la única luz que ilumina la nave del templo.
- A Occidente, en diagonal, la capilla de la Cruz, con imágenes de la Pasión.
- En el otro eje, casi haciendo un paralelo arquitectónico de los motivos pictóricos, la escalera que asciende y la puerta que comunica con el claustro.

El altar y las pechinas

El altar mayor recoge los mismos elementos que la fachada, a los que añade un significado eucarístico: las tres puertas se colocan verticalmente, en el doble tabernáculo y expositor, mientras que los tres santos y la Santísima Trinidad se ubican en el fresco.

La primera idea es presentar la cruz como la guía del camino de San Juan de Mata desde Cerfroid, Francia, donde tuvo su origen la Orden, hasta Roma; allí, el Papa Inocencio III aprobará su proyecto de redención y lo reconocerá como inspirado por Dios Trinidad, donándole la iglesia dedicada al apóstol Santo Tomás in Formis, ubicada en la colina del Celio, y el monasterio contiguo. Santo Tomás in Formis es la etapa inicial de nuestro camino.

Borromini quiso comprender el espíritu de los religiosos trinitarios para poder realizar su obra, y para ello fue a Santo Tomás in Formis, asumiendo estos conceptos y formulando desde ahí la fachada del nuevo convento y probablemente el eje central del proyecto.

De ese modo, la cruz roja y azul y el Redentor en actitud de cambiar dos cautivos inspiran la semiótica del conjunto, sobre la cruz y la redención.

El camino emprendido por san Juan de Mata hacia Roma, bajo el signo de la cruz, regirá el eje horizontal a la altura de las pechinas de San Carlino; mientras que el ascenso de la misma cruz desde el pavimento del templo hasta la cúpula representa el misterio de la redención en su eje vertical, desde el altar y el tabernáculo hasta el cielo.

Borromini recoge en los óvalos de las pechinas este periplo romano de San Juan de Mata desde su encuentro con San Félix de Valois en Cerfroid hasta Roma y la aprobación de la Orden.

El camino de San Juan de Mata nos muestra la cruz que se presenta como vocación liberadora a través de la Iglesia y el Papa por el bien de los cautivos. Un quehacer que nos identifica con la obra de Dios Trinidad, del Padre que envía al Hijo para rescatarnos del mal; esa será la imagen que recogerá la estructura del templo.

Existe otra referencia apocalíptica que tiene que ver con la ubicación de templo, pero de la que no podemos tener certeza que fuese conocida por Borromini.

El lugar donde se encuentra San Carlino se llamaba en tiempos romanos “ad malum punicum”, literalmente ‘manzana fenicia’, es decir “granado”. La granada como símbolo de la Pasión la usará en los capiteles que enmarcan los altares, junto a la rosa; mientras que los capiteles que sostienen las pechinas son coronados de laurel y palma, simbolizando la gloria.

La cruz es signo de la victoria de Jesús, por ello se corona de gloria, con laurel y oro. Este símbolo llegará al culmen, con la doble corona de oro y de laurel que remata la nave y divide la Iglesia peregrina de la que asciende ya a la gloria del cielo, adornada con sus joyas.

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