San Carlos de las Cuatro Fuentes, tanto en el pasado como en la actualidad, siempre se ha identificado con los Padres Trinitarios españoles y por tanto con España. Si existe y se conserva esta preciosa obra arquitectónica y demás tesoros artísticos que alberga es gracias a la Orden Trinitaria y, en concreto, a los religiosos españoles que vivieron y siguen viviendo en el convento.

Un dato que vincula San Carlino al Reino de España es el origen de Francesco Borromini. El arquitecto de San Carlos de las Cuatro Fuentes nació en 1599 en Bissone, una localidad que actualmente pertenece al cantón helvético del Tesino, pero que en aquella época pertenecía al Milanesado, cuando este estaba bajo dominio español.

Borromini no solo nació en territorio español y bajo la autoridad del rey Felipe III, sino que mantuvo toda su vida un fuerte vínculo afectivo con España, vistiéndose y comportándose según las usanzas españolas. Con razón el Papa Urbano VIII, claramente pro francés y antiespañol, se refería a Borromini, con cierto tono despectivo, como el «spagnoletto».

Desde San Carlino se llevó a cabo, en el siglo XIX, la restauración de la Orden Trinitaria, realizada por religiosos originarios de España, la mayoría de ellos. Estos dejaron una fuerte impronta hispánica en la iglesia y el convento de San Carlino.

Para empezar, en el escudo de España de la Restauración borbónica (1874-1931), pintado en el techo de la Sala de los Venerables.

En la misma época, llegó la donación del suelo de mármol actual de la Iglesia. El regalo lo realizó Doña Casilda Iturrízar, viuda de D. Tomás Espalza, fundador del Banco de Bilbao; la viuda era una ilustre y estimada benefactora de desfavorecidos, así como mecenas de artistas.

Este hecho lo atestigua el escudo que engalana el suelo, donde se puede leer: «Mvnificentia piisimae dominae Casildae Itvrrizar vidvae Espalza flaviobrigensis in Hispania pavimentvm hoc stratvm adornatvmqve est. A.D. MDCCCXCVIII» (Este pavimento fue tendido y adornado por la munificencia de la piadosísima señora Casilda Iturrizar, viuda de Espalza, de Bilbao, en España. Año del Señor 1898).

Durante los últimos años del siglo XIX y primeros del XX, San Carlino acogió a un joven escultor natural de Arechavaleta (Guipúzcoa), llamado Isidoro de Uribesalgo, que vino a Roma para conocer el arte de la ciudad y formarse en el Instituto de Bellas Artes y en la Academia de San Lucas.

Suyas son las tallas de los fundadores de la Orden Trinitaria, San Juan de Mata y San Félix de Valois, que estuvieron expuestas durante varios años en sendos nichos de la iglesia y que actualmente están en la Sala De Profundis, en la sacristía; también es de Uribesalgo la escultura de San Juan de Mata que preside la biblioteca borrominiana.

Otro elemento que vincula San Carlino a España y, más en concreto, al País Vasco, es su frontón. A muchas personas les resulta ciertamente llamativo que haya una cancha deportiva de esas características en el centro mismo de Roma.

Este pequeño frontón se construyó a mediados del siglo XX en lo que quedaba de la antigua huerta, una vez que el Estado italiano expropoó el resto del solar para construir sobre él l’Ufficio Italiano dei Cambi (el Departamento Italiano de los Cambios de Moneda).

Actualmente el frontón de San Carlino necesita una rehabilitación para que se pueda reemprender su uso.

A finales de los años 90 del siglo XX, Juan María Montijano, profesor de la Universidad de Málaga, conoció de primera mano los grandes tesoros que alberga la bibliotea de San Carlino y se volcó en la conservación de la biblioteca.

En 2012, Montijano auspició la firma de un convenio entre la comunidad trinitaria de San Carlino y la Universidad de Málaga, en colaboración con otras entidades culturales, para que estudiantes de Historia del Arte, Bellas Artes y Arquitectura trabajaran en la catalogación del fondo bibliográfico, tarea concluyó en 2015.

Entre las preciosas riquezas bibliográficas destaca una copia de la primera edición ilustrada del Quijote.